UNA LECCIÓN PARA UNA MAESTRA

      Iniciaba el nuevo año escolar y fui a conocer a mi nuevo grupo. Todos con entusiasmo, alegres, curiosos y muy conversadores. De inmediato capté en la variedad de chicos un jovencito con labio leporino. Inmediatamente la alarma interna para una Docente de  Comunicación. Tengo  que indagar, conocerlo más, cómo será su expresión oral, cómo podré ayudarlo. Inmediatamente surgió en mi la madre protectora, cómo evitar que no lo discriminen sus compañeros, las burlas ...en fin todo lo que puede ocurrir en estos casos donde participan niños y adolescentes. Mi atención se concentró en él, puesto que el resto entraba en los cánones "normales"por lo menos eso pensaba para el momento. En la segunda clase, se conformaban los equipos para le primera exposición y sólo uno hablaría por el grupo. La sorpresa fue que Will, así le llamaban, tendría esta responsabilidad. Sería el blanco de la crueldad del resto de la clase, me dije. Me preocupé porque su pronunciación era diferente y en muchos casos se hacía difícil la comprensión para los oyentes. Me valí de argumento, de "estrategia" y cambié el expositor, sería otro el vocero y estaríamos todos seguros.Nadie saldría herido. En la tercera clase, Will se acercó de manera cordial y respetuosa y dijo que quería hablar conmigo, dejé lo que hacía y le presté atención: _Profe, yo quiero exponer, dijo con toda claridad que me sorprendio.

_Hablé con mis compañeros y ellos están de acuerdo. Miré hacia sus compañeros de grupo y le respaldaban con su actitud.

_Estás seguro? y le explique mi preocupación.

_No profe, usted va a ver que yo lo hago bien. A mi me gusta exponer. 

Cuando  vi tanta seguridad accedí, le restituí en su condición de vocero y le dije que estaba dispuesta para ayudarlo. No se imaginan la felicidad de Will, pero menos se imaginan mis enormes temores.

      

      Llegó el día, la hora y Will estaba parado frente al curso, al lado de su lámina y como siempre, con una presencia impecable. Comenzó presentándose, muy calmadamente, cada palabra surgió con la claridad  más hermosa que cosa hermosa pueda haber en esta vida. Se esmeró en investigar, en explicar, fue aplaudido por la dinámica que usó, le hicieron preguntas y las contestó. No dejé de comprender nada . Mientras realizó su presentación nadie se percató de su labio leporino ni del sonido de su voz. Todos estábamos  sumergidos en el tema y en las habilidades del expositor.

      En mi soledad me dolía el latigazo de la vida. Sin proponérmelo la que limitaba era yo. La que como madre necesitaba proteger porque tal vez reviví una burla que aún seguía viva en mí en ese pasado de timidez. Will sólo tiene labio leporino. Por lo demás, fue y es un chico emprendedor y brillante. Normal.  De esa lección que recibí han pasado unos cuantos años. Siempre lo veo, hace un mes me dijo que estaba  recién graduado  y que andaba en proyectos de publicidad para trabajar.Me mostró ejemplos de su creatividad en el diseño. A pesar de múltiples problemas familiares y la pérdida temprana de su madre que se agregaban al asunto de su labio jamás le he visto decaído. 




      Will siempre  será un luchador, un buen líder de sí mismo y de muchos otros que le hemos conocido. A él le doy las gracias por ser como es y por darme esta lección de vida. Desde entonces aprendí que todos, bajo cualquier circunstancias tenemos cosas buenas que aportar. Nadie puede impedir a otro ser. Will, como muchos otros, encontró el poder de ser y hacer sin límites. Hoy se recupera de la primera fase de una  operación correctiva y  espera la segunda con ansias. La gloria, dijo un famoso escritor, no es una meta, sino vivir auténticamente  los sueños.